De la obsesión por adelgazar, a la paz y el bienestar:
¿Es posible lograrlo?
¿Es posible lograr una relación saludable con la comida y con el cuerpo?
¿Es posible liberarse de la obsesión por adelgazar y llegar a un bienestar duradero?
Son preguntas que me hacéis a menudo a través de las redes, de mails...
Me preguntáis si soltaréis algún día la mentalidad de dieta, la restricción, y viviréis en paz. Si es posible vivir sintiendo bienestar, si os podréis querer algún día.
Porque os da la sensación que nunca lo habéis sentido. Lo cual no es cierto: Venimos al mundo así.
Nacemos con una relación saludable con el mundo, con la comida, sintiendo paz, equilibrio.
Pero en algún momento de nuestra vida, o incluso desde nuestra llegada a ella, por las carencias, el desamparo, la violencia (visible o invisible), los impactos y las experiencias dolorosas que vivimos, este equilibrio se va rompiendo.
Este amor hacia nosotros mismos va quedando tapado y olvidado, y usamos sucedáneos para rellenar el insoportable vacío que nos queda, para aliviar y olvidar el dolor que sentimos.
Pero la buena nueva es que sigue latente en nuestro interior. Forma parte de nosotros y por lo tanto es recuperable.
Tenemos el potencial, la base y los recursos internos para conseguirlo.
Al inicio del camino nos cuesta creer que sea posible:
Algunas de las personas que acaban de empezar el proceso, lo ven muy lejos y difícil. Es natural sentir esto al iniciar cualquier cambio, y más en algo tan importante, tan abstracto, desconocido y complejo.
Suelen preguntarme cómo lo viven y qué logran otras personas, porque les cuesta creer que esto sea posible. Evidentemente es algo muy personal, cada historia es única, pero además confidencial.
Excepto cuando te regalan su experiencia en forma de testimonio, para alentar a otras personas en su proceso. Como es el caso de Nuria.
La transformación de Nuria:
Ella lleva cuatro meses en un proceso de acompañamiento individual (online).
Estamos trabajando todavía, pero ha llegado a un punto en el que ha podido darse cuenta de los cambios que ha habido en ella y en su proceso:
Ha podido transformar la obsesión por adelgazar en un estado de paz y bienestar duradero, aunque le queden aspectos por trabajar todavía.
Y ha querido compartirlo, por si puede ayudar a alguien más en su propio camino y en darse cuenta que no necesario llegar a “la meta” para disfrutar del éxito.
Cierto es que puede ayudarnos mucho leer algo así, porque nos sentimos identificados, y nos impulsa ver cómo otras personas lo han logrado.
Es posible liberarse de la obsesión por adelgazar:
Sí, es posible. Así como lo es redefinir el concepto de éxito.
¿Qué significa esto? Lo significa todo. Porque de esto depende si salimos o no del bucle, o lo seguimos alimentando. De esto dependerá cómo vamos a vivir el proceso y cuánto vamos a aprender y crecer con él.
Y esto es lo verdaderamente importante. De hecho, es la misión de nuestros síntomas, de nuestros impulsos.
Redefinir el éxito es empezar a reconocer y enfocarnos de una vez por todas en todo aquello que obtenemos del proceso, y que no tiene que ver con el peso o con la forma de nuestro cuerpo.
Como ha hecho Nuria. Ahora valora otros marcadores de salud, ahora reconoce los pasos que da y todo lo que aprende, ahora se enfoca en el auto-cuidado y en sentir paz.
Antes solo estaba centrada en las calorías que ingería, en los kilos que bajaba. Antes su estado de ánimo, su forma de pasar el día o lo que podía comer, lo dictaminaba una báscula.
¿Te resuena verdad?
¡Cómo me resuena a mi también! Y ¡cómo me lleno de emoción cada vez que una persona llega a este punto!
Además, le aporta sentido a mis propios síntomas padecidos, a lo que yo misma viví.
Yo también lo viví y creo totalmente en la recuperación:
Con tiempo y trabajo personal, pude transformar el dolor, la culpa y la vergüenza en un gran aprendizaje.
También, en una gran oportunidad de transformar mi vida y mi trabajo. Y sobre todo: en algo que agradecer profundamente.
Así, cada vez que alguien lo logra, me invade la misma emoción y ratifica mi convicción y seguridad de que es posible lograrlo. Y que el camino que elegí es el correcto.
Porque no es lo mismo vivirlo en la propia piel, -que podría ser algo excepcional-, que confirmarlo con las personas que acompaño día tras día.
Una prueba de que es posible:
Nuria tiene 49 años y se puede decir que ha estado toda su vida a dieta, la primera la hizo con siete años. Y ya no paró.
Ha vivido -o más bien sobrevivido- como dice ella-, entre atracones y restricciones, adelgazando y engordando. No tenía ni idea de cuál era su peso natural, ni su forma de comer natural.
Llegó a mi después de haber empezado a leer mi libro. Sintió que quizás yo podía ayudarla y pidió una visita conmigo.
Cuando iniciamos el proceso, no confiaba en ella misma, ni creía que pudiera lograrlo.
Tampoco creía que su forma de comer o su peso tuvieran que ver con algo diferente a su falta de fuerza de voluntad, pero estaba abierta a trabajar y a descubrir qué había detrás de lo que le sucedía.
Su testimonio además, puede ayudarnos a tomar conciencia de que no nos hace falta llegar a la meta final que nos habíamos planteado, para sentir cambios, para disfrutarlos, reconocerlos.
Al fin: para disfrutar del camino.
Asimismo, podemos darnos cuenta de que esto no es un salto directo. Como dijo Machado: Caminantes no hay camino, se hace camino al andar.
Esto es parte del resultado de estos meses de trabajo persona:
Esto es parte del resultado de estos meses de trabajo personal profundo atendiendo todo su Ser: cuerpo, mente, emociones y espíritu:
“Antes ponía el foco únicamente en los kilos. Aunque tuviera mucha mucha hambre, solo me comía una pechuga y fuera. Cuando me pesaba y no había bajado nada, me decía a mí misma que para qué sufrir tanto y me pasaba al otro extremo.
Ahora, puedo poner el foco en otras cosas más importantes y significativas para mí. Cosas que me indican que estoy en el buen camino, aunque todavía me quede por recorrer.
Voy a contar unas cuantas aunque seguro que hay más….
- Me cuesta menos andar, ya no me ahogo al subir escaleras. Estoy caminando dos o tres días a la semana, sin tener que forzarme, porque me gusta y me sienta bien.
- Me siento más contenta y con más vitalidad.
- Me fijo más en mis sensaciones que en la forma de mi cuerpo, y me siento cada vez mejor aunque a veces no me vea bien físicamente, o como me gustaría, pero soy capaz de gestionar esos pensamientos.
- Como alimentos que me sientan bien y me nutren sin esfuerzo.
- Tomo mejores decisiones de forma natural, no elijo desde la mente, es más bien desde dentro.
- Respeto comer si tengo hambre, ya no me privo la sensación de hambre. Y si no es hambre lo que siento, y es apetencia, me permito sentir y pensar si me conviene o no desde la libertad.
- Cuando respeto mi cuerpo y mi propia forma de comer, mi cuerpo responde, me siento mejor. Antes comparaba mi forma de comer con otras personas, y trataba de comer como comía alguna amiga, pero me he dado cuenta que a mi no me va bien lo de los demás y cuando me escucho desde dentro encuentro el punto justo.
- Si tomaba 4 o 5 refrescos al día, ahora tomo 1 o 2. (Y quiero seguir reduciendo)
- Como algún día comida preparada, pero antes era cada día.
- Mis analíticas han mejorado. (mi hígado ya no está hinchado, y mi glucosa está dentro de los parámetros normales)
- También, me siento mejor en mi cuerpo aún comiendo algún helado, es sorprendente. He comido un cucurucho hace unos días, que no me lo había comido nunca a pesar de caérseme la baba cuando los veía. Me había dicho a mí misma que no podía tomarlos, me los negaba a mi misma, y ahora que lo he hecho, me he dado cuenta que no sucede nada malo.
- He aprendido a querer mi cuerpo esté como esté y no solo cuando esté delgado, o un cuerpo socialmente aceptado. ¡Mi cuerpo es maravilloso! (lo he descubierto hace poco).
- Ahora que no pienso en el peso, me estoy conociendo más, y me gusta.
En definitiva, estoy aprendiendo a cuidarme bien:
Comer sano, comer cuando tengo hambre, permitirme saciarme, moverme, querer a mi cuerpo y aceptarlo como está ahora. (que lo había odiado mucho), arreglarme y mimarme, salir y divertirme
Lo que más quiero ahora es sentirme saludable, sentirme con energía, sentir mi cuerpo fuerte, libre de dolores, sentir alegría, recuperar las ganas de disfrutar de la vida.
No te voy a engañar, me gustaría bajar algunos kilos sí, (y a veces me aparece la parte crítica diciéndome que debería adelgazar) pero mi prioridad máxima es estar bien, tener una relación saludable con la comida, y conmigo misma, nutrir mi cuerpo, mi corazón, y mi alma.
Para mí se acabó adelgazar a toda costa y a cualquier precio, he sufrido demasiado con las dietas. Y mi cuerpo también.
Mi salud y mi felicidad son innegociables. Si adelgazo bien y si no, lo que quiero es estar en equilibrio en todos los sentidos.
Estas últimas semanas, además, he descubierto que comer sano es delicioso. Sí, había asociado el disfrutar con el engorde. Y el engorde con algo muy malo, por esto no me permitía disfrutar.
Asocié tener un cuerpo gordo con el rechazo, las burlas, la soledad, la desvalorización. Tenía dentro mucha rabia y dolor escondido, del que no era consciente, y me lo comía. Claro.
Y ni comer sano es incompatible con el placer, ni engordar es un pecado, porque ni depende de mí, ni soy menos valiosa por estar gorda.
He descubierto también que cuánto más disfruto del camino, menos ansiedad tengo, menos ganas de terminar tengo, sino que lo que más ganas tengo es de seguir así toda mi vida.
De verdad que no imaginé que pudiera dejar de pensar y obsesionarme en comer, o en mi cuerpo. Estaba agotada.
Y querría animar a otras personas, porque yo tampoco me lo creía. No creí jamás que pudiera llegar a este punto, en el que ya me daría por satisfecha, y esto que todavía no he terminado.
Estoy muy agradecida con el trabajo que estoy haciendo contigo y orgullosa de mí por no haberme dejado vencer por esa vocecilla que me decía que no era posible estar bien, y haberlo intentado de una forma diferente a la que había hecho siempre.”
¡Gracias a ti Nuria!
Los desórdenes con la alimentación se pueden superar:
Así que ya lo ves: Ella está en su camino todavía, pero sin haber llegado aún donde ella se ha propuesto, ni sentir que su relación con la comida está sanada, después de unos meses, ha conseguido algo que no podía imaginar lograr, -aunque sí lo deseaba profundamente-.
Aunque parece de libro, aunque pueda parecer demasiado bonito para ser verdad, es totalmente cierto.
Hace unos años no pensé que llegaría a leer esto de una persona que acompañaba, aunque por mi experiencia sabía que era posible.
Es por esto no paré de buscar e investigar cómo mejorar y profundizar el abordaje con los desórdenes alimentarios.
¿Es posible para todas las personas lograr algo así? Absolutamente.
¿Es posible lograr la paz con la comida y con el cuerpo? Absolutamente.
Los desórdenes de alimentación se superan, sí. No solo se contienen, se pueden superar para siempre.
Ella o yo, u otras personas a las que acompaño día a día, lo han logrado o lo están logrando.
Es posible sanar tu relación con la comida y con tu cuerpo y vivir en paz:
Es posible pasar de una relación de amor-odio con la comida, atracones, obsesión por adelgazar, rechazar tu cuerpo... a vivir en paz, sentir bienestar, comer en paz y con satisfacción, sentirte libre, y usar todo el tiempo y energía que le dedicas a la comida y al tamaño y forma de tu cuerpo, a crear una vida plena acorde con tus valores y a desplegar todo tu potencial.
Aunque eso no significa que tú vayas a lograrlo de la misma forma, ni en el mismo tiempo, puesto que cada persona es única, diferente, al igual que su proceso: cada uno tiene un ritmo, unas etapas y unas necesidades únicas. Y tiempo.
No es ni rápido, ni un pis pas, ni un salto directo. Requiere un tiempo y requiere de un proceso.
Un proceso que, aunque en algunos momentos será doloroso e incómodo, para mí es algo maravilloso y enriquecedor.
¡Qué regalo poder usar lo que nos sucede, además, como una oportunidad para conocernos, descubrirnos y vivir con placer y autenticidad!
Y quiero que recuerdes que tú no has elegido ni eliges estar como estás. Que no eres culpable.
Lo que se esconde detrás de la obsesión:
Detrás del deseo de bajar de peso, de la incapacidad de seguir una pauta alimentaria, se esconden desórdenes alimentarios (en mayor o menor grado), desequilibrios orgánicos, altos niveles de estrés, malestar, ansiedad, desajustes hormonales, psiconeuroendocrinos...
Y un trasfondo emocional y espiritual profundo por resolver. El cual, suele estar en partes de nosotros a las que solo podremos acceder con un buen acompañamiento.
No porque no seamos capaces solos, no porque no tengamos recursos. Sino porque la misma protección que nos ha impedido conectar con el dolor (y desconectar con la comida) está activa, y esto es lo que nos impide acceder a esos recursos y espacios sin ayuda externa.
Así, la gran mayoría de casos quedan escondidos debajo de una aparente falta de voluntad o pereza, porque no todos son tan evidentes o conocidos como la anorexia o la bulimia.
El trastorno por atracón, por ejemplo, es poco conocido y puede quedar escondido junto con mucha vergüenza y frustración por no ser capaz de controlar la alimentación.
Nadie nos ha explicado las causas reales y profundas de lo que nos sucede:
Por ello, no pensamos que nuestra forma de comer puede tener relación con nuestro presente, nuestra historia, nuestras emociones, nuestras hormonas…
Menos aún con los inputs que recibimos, los cuales nos hacen creer que el problema somos nosotros y que si no lo logramos es que no nos hemos esforzado lo suficiente.
”Pero si es fácil, cierra la boca y haz deporte"o"¿Esto vas a comer? Luego no te quejes."?
Si no podemos dejar de comer en exceso la comida esté cumpliendo una función, es un síntoma que está manifestando un desajuste interno. Igual que la obsesión por adelgazar.
Y no, no somos culpables de nuestros síntomas, porque no podemos ser culpables de algo de lo que no somos conscientes.
Menos aún, por algo que está aquí para protegernos.
También existe el otro extremo:
Del mismo modo puede suceder con casos del otro extremo: cuando buscamos la salud perfecta a través de una alimentación obsesiva, restrictiva e intransigente.
Más aún con la omnipresencia en las redes sociales de los batidos verdes, détox y cuentas fitness.
No solo se han normalizado conductas extremas, sino que se ensalzan, se admiran y hasta se envidian.
Pero no... Esto no es salud. Aunque se disfrace con ella.
Si no hay equilibrio no hay salud, si no hay paz, no hay salud, si no hay flexibilidad y hay obsesión no hay salud.
Por muy sana que sea la comida que se ingiere, el extremismo nos lleva a un lugar que se aleja de la salud y el bienestar.
Somos seres únicos y así ha de ser nuestro proceso, pero también compartimos una raíz universal:
Más allá de las etiquetas y diagnósticos, y más allá de las múltiples manifestaciones en formas diferentes, hay un denominador común, un origen u orígenes similares.
Cada uno con su individualidad e historia personal, pero compartimos una raíz universal.
Aunque, repito, cada caso es un universo complejo, único y particular. Y así debe ser su abordaje y su proceso de recuperación, aprendizaje y curación.
Ya lo dijo Carl Jung:
«El zapato que le va bien a una persona es estrecho para otra: No hay receta de vida que vaya bien para todos».
Menos aún, una dieta restrictiva. Al final todas son iguales, e iguales sus perjuicios.
Para buscar el origen de cualquier desorden con la alimentación tenemos que mirar hacia dentro
Espero que quede bien claro, las dietas no nos van bien a nadie. Por lo que el problema no eres tú, es la DIETA.
Asimismo, lo es el quedarnos en la superficie y no atender las verdaderas causas de lo que nos sucede.
Hay otra solución, y también eres libre de elegirla:
Eres libre de creer o elegir lo que quieres, pero entre hacer una dieta, o comer para calmar el dolor, o por resignación o indefensión, existen otras alternativas.
Es lo que quiero que te lleves de este post: Existe una puerta intermedia que puede abrirte a nuevas posibilidades y dibujar un camino hacia a la libertad, la paz y el bienestar.
Y si estás en el camino, pero no ves la luz todavía, te animo a confiar, y a seguir caminando conectando con el optimismo, y la esperanza saludable y constructiva.
Hago esta distinción con la esperanza porque para mí sí existe una esperanza sana que está libre de expectativas que pesan y limitan.
Álex Rovira nos habla sobre ello, sobre el optimismo y la esperanza en nuestros proyectos y caminos:
“El optimismo nos da el aliento y la convicción de que aquello que iniciamos saldrá bien, mientras que la esperanza nos nutre el alma y nos da fuerzas porque sabemos que aquello que vamos a emprender vale, literalmente, la pena.
El optimismo nos impulsa, mientras que la esperanza nos hace fuertes.
El optimismo alegra el corazón, la esperanza da fuerza al alma y en consecuencia, al cuerpo. Cuando actúan en paralelo y se trenzan, nos hacen prácticamente invencibles.
Eso sí, ambos siempre con humildad: con los pies en el suelo y la cabeza en las estrellas.
Hay proyectos e iniciativas que debemos hacer por coherencia con nuestra alma y corazón, porque el hecho de hacerlas aporta sentido a nuestra existencia, porque tenemos el deber irrenunciable de hacerlas.”
Encuentra el sentido de tu camino:
Así que antes de seguir, pregúntate profundamente:
¿Esto que estoy haciendo tiene sentido para mí independientemente de los resultados que obtenga?
Si es así sigue, porque siempre hay una luz al final del túnel. Solo hace falta caminar un poco más y seguir confiando en que es posible.
Y si no la encuentras, quizás el trabajo antes de seguir puede ir dirigido a encontrarlo.
Espero que este post te haya servido de ayuda. Esta es su misión. Si es así puedes dejarme un comentario y compartirlo.
Y ten presente que si necesitas ayuda, acompañamiento ¡aquí estoy!. Puedes elegirlo de forma individual o en grupo.
Y en mis redes sociales Instagram y Facebook e realizo directos semanales de Preguntas y respuestas para atenderos
Un abrazo lleno de cariño y mucha luz.
Hasta la próxima bien pronto,
Sandra.